domingo, 21 de febrero de 2016

Prólogo a los 50 años de Doña Bárbara



Uno de los mejores críticos de la literatura venezolana, Pedro Pablo Barnola, al aparecer Sobre la misma Tierra, dio como su juicio más categórico, este: “mejor que Doña Bárbara”. El propio Gallegos, cuando le entrevisto Guillermo Álvarez Bajares en la ocasión de sus 75 años de vida, manifestó que para él su obra más perfecta eraCantaclaro. Pero lo cierto es que mucha gente, entre la cual me encuentro, cree y sigue creyendo a Doña Bárbara la obra por excelencia de Rómulo Gallegos y una de las mejores novelas, si no la mejor, escrita en América Latina.
Esta es, me atrevería a decir, una obra perfecta. Es un verdadero poema. Poema de la llanura “tierra irredenta donde una raza buena ama, sufre y espera”, “tierra abierta y tendida, buena para el esfuerzo y para la hazaña, toda horizontes, como la esperanza, toda caminos, como la voluntad”. Poema de su pueblo: “aquella raza de hombres sin miedo que había dado más de un centauro a la epopeya, aunque también más de un cacique a la llanura”; poema que resalta “el alma de la raza, abierta, como el paisaje, a toda acción mejoradora”.
En Doña Bárbara no sobran palabras. Las más bellas ideas están expresadas en frases breves y concisas. Las tres partes del libro, los trece capítulos de la primera, los trece de la segunda y los quince de la tercera, guardan entre sí un equilibrio impresionante. En las páginas de esta novela encuentra cabida y contrapeso el odio y el amor, la violencia de la barbarie y el impulso de la civilización, el empuje destructor de las fuerzas telúricas y el empeño renovador y civilizador del espíritu humano. “El llano asusta; pero el miedo del llano no enfría el corazón; es caliente como el gran viento de su soleada inmensidad, como la fiebre de sus esteros”. Y cuando la vorágine de la naturaleza bravía y salvaje, de la “devoradora de hombres”, amenaza arrastrar la voluntad civilizadora del protagonista, cuando la mentira, el fraude, el engaño y todas las formas de la concupiscencia llegan a punto de comenzar a convertirlo en juguete y de hundirle, a él también, en el inclemente tremedal, lo rescatan el amor puro, la palabra cálida, la lealtad insobornable del amigo y del colaborador;seguir leyendo en:      .http://www.el-nacional.com/

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