viernes, 19 de febrero de 2016

La Bandola dejara de sonar,con su Rey: Anselmo López.






19-02-2016 01:27:00 p.m. | Carmela Longo .- Anselmo innovó el uñeo o pellizcao de la bandola. Esto consiste en, con el dedo índice, uñar la segunda cuerda del instrumento en una forma particular. Eso se llama la trampa en la uña”.

Así explica Luis Fandiño, al inicio del documental La Trampa de la uña, de John Petrizzelli, cómo Anselmo López innovó la manera de interpretar el instrumento, y cómo esa manera de tocarlo se convirtió en referencia obligada de las nuevas generaciones que quisieran dedicarse al mismo.

Autodidacta, López -quien murió el domingo pasado a los 82 años en su Barinas natal-, en su conexión con la tierra, el Llano y la música creó un vínculo que “potenció al instrumento y a la música tocada con bandola, que es diferente a la que se hace con arpa”, según comentó Saúl Vera, uno de sus más reconocidos pupilos. 

Vera lo conoció en 1976. Para ese momento no tocaba el instrumento sino el cuatro y la mandolina. “Cuando lo escuché me interesé por su trabajo. Con el tiempo, se estableció una interesante relación de intercambio y de enseñanza de la técnica que él tenía para tocar la bandola. Compartió conmigo algunos trucos. Algo que aprecié mucho porque por haber surgido en un mundo rural y, como parte de su encanto, ellos no acostumbran compartir los secretos de la interpretación”, comentó el músico desde Miami. 

La relación pasó del plano didáctico al personal y Vera sistematizó ese conocimiento y lo volvió en un método pedagógico. “Se sintió satisfecho con la idea. Un hombre del campo, sin formación académica no entendía bien de qué trataba la metodología, pero sí sabía que era una manera de apoyar su propio trabajo y de divulgarlo. Esa fue una de las cosas que me pidió cuando comenzamos a trabajar juntos: que diera a conocer lo más posible su trabajo en todo el país”. 

Saltar el charco

Como suele suceder con la mayoría de los intérpretes (cantantes e instrumentistas) de la música venezolana, López era muy conocido en el interior del país, pero poco en la capital.

No obstante, esa popularidad le dio la oportunidad para que Renny Ottolina le pusiera el ojo y se lo llevara a París, junto con otros artistas para grabar un especial en esa ciudad. “Una de las noches, siguiendo a su espíritu parrandero, se le escapó a Renny y se fue junto con otro de los músicos a los Campos Elíseos. Se puso a tocar la bandola y la gente que pasaba le daba propinas”, contó John Petrizzelli.

El cineasta comentó que hizo el documental La Trampa de la uña en 2006, cuando López recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional Experimental de Los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (Unellez), algo que muy poco se publicitó durante su vida y que pasó inadvertido a raíz de su muerte.

“Tenía la inquietud de hacerle un documental. Cuando la Universidad decidió que le entregaría el doctorado me llamaron para que aprovechara el contacto y así lo hice. La película surgió sin guión. Fui a conversar con él, en tres días sacamos el guión y en dos semanas filmamos”, recordó.

En el documental de casi una hora no solo contiene el momento cumbre de la carrera de López -que es cuando recibió el doctorado- sino testimonios de varios de sus pupilos, de familiares y amigos. Además, evoca la vida del hombre que no sólo fue campesino e hizo tabaco, sino que también fue un barbero autodidacta, al igual que lo fue con la música.

“Tenía algo muy importante: era un hombre forjado en el Llano. Su vida fue marcada por el campo, por lo rural. Había trabajado en un trapiche, fue veguero. Tenía una relación profunda con la tierra. Era telúrico”, dijo Petrizzelli.

Su primera bandola la hizo con una totuma, según se desprende del documental. Poco a poco fue perfeccionando la técnica que aprendió hasta que le dio su toque especial.

“Rebozaba ingenio. Fue un revolucionario de ese instrumento y de su manera de ejecutarlo. Estaba muerta y cuando él la descubrió, la revivió”, agregó el cineasta. 

Con él coincidió el cantante de música venezolana Armando Martínez, quien también consideró que fue “el más importante dentro de su género. Dio sus 82 años de vida por defender el ritmo de nuestra música en su bandola. En el camino de su vida dejó a muchos alumnos en un aprendizaje de primera, quienes actualmente no solo triunfan en nuestro país sino también en el exterior. Muchos tocan en orquestas extranjeras porque han sido reconocidos como excelentes ejecutantes”, agregó.

No tuvo la oportunidad de trabajar con él, pero sí compartieron tarima muchas veces. “Era una persona muy respetuosa de la música y del trabajo. Es un maestro que perdurará en el tiempo por todo lo que hizo y lo que dejó en la autopista que se ha abierto en la música venezolana”, comentó Martínez.

Genio y espíritu

En algo coinciden los tres entrevistados: fue dueño de un buen sentido del humor y de un amplio corazón.

“Anselmo era una personalidad muy viva, hablador y conversador. Proyectaba mucho. Tenía un temperamento más andaluz, festivo, risueño, conversador. Fue grato trabajar con él”, señaló Petrizzelli al referirse al documental que hizo. 

Vera tuvo un contacto casi familiar con él. “En el 95 grabamos el disco Bandola de Reyes y tuvo que mudarse un tiempo a Caracas. Estuvo en mi casa y ahí descubrí que para relacionarse y hablar de sus planes profesionales era un libro abierto, pero cuando se le tocaba el tema privado, era muy reservado”, aseguró.

De la grabación de ese álbum (el primero de dos que hicieron juntos. El otro fue Brisas, en 1998), Vera contó que el nombre a la producción se lo puso Igor Barreto. “Entramos al estudio a improvisar sobre géneros musicales. Fue un trabajo pionero por el hecho de que fue la primera, y de las pocas veces, en que dos solistas de bandola se reúnen para improvisar como se hace en el llano. Además, exploramos con esa ida en el jazz. Lo más bonito fue que uno de los temas de ese disco (Las tres damas) fue seleccionado por una disquera inglesa para la Route guide of Venezuela, una guía turística que se editó en Londres, en el 1999, sobre el país”. 

Martínez, por su parte, es de quienes creen que el trabajo de López no debe quedar sólo en los homenajes de los primeros días posteriores a su partida. “Que le sigan radiando sus temas y que, ojalá, le hicieran un busto, una estatua en Barinas y en su pueblo natal”, afirmó.


Récipes y premios 

“El rey de la bandola” fue el apodo que se ganó Anselmo López por su particular estilo de interpretar el instrumento.

Gracias a ello, además, fue reconocido con el Premio Nacional de Cultura en 2002. De manos del ministro Francisco Sesto recibió la distinción en una gala en la que también fueron reconocidos Ender Cepeda,  (Artes Plásticas); Zobeida Jiménez “La Muñequera” (Cultura Popular); Nina Nikanórova, (Danza); Anselmo López (Música), Carlos Noguera (Literatura), Thea Seggal (Fotografía), Jacobo Penzo (Cine), Oscar Tenreiro Degwitz (Arquitectura); José Gabriel Núñez (Teatro) y Mario Sanoja (Humanidades).

Venezolana de Televisión transmitió el miércoles por la mañana La trampa de la uña. “Fuimos a filmar a Chaparrito, (el pueblo donde nació el 21 de abril de 1934) y del que nunca se pudo desprender”, comentó el cineasta John Petrizzelli.

Cuatro años después del Premio Nacional de Cultura, fue que la Unellez le confirió el Doctorado Honoris Causa. 

“Yo no entiendo muy bien qué es eso. Sólo sé que soy doctor. Ya mis amigos me están llamando ‘doctor’, ‘doctor’ y me están pidiendo que les dé récipes (risas). Ya voy a empezar a firmarle los papeles”.

Con estas palabras sobre las imágenes de lo que fue uno de sus momentos más especiales (en el que estuvo acompañado por su familia y amigos de toda la vida), se despidió López en el documental que hizo Petrizzelli hace diez años. 



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