Rafting y Barinas son dos palabras que no parecen calzar dentro de una misma idea, pero la realidad de los últimos años ha demostrado que los ríos de este estado llanero aportan la fuerza necesaria para realizar este deporte extremo.
Hay que ver mucho llano antes de llegar a los lugares en los que se puede navegar. Más cerca del piedemonte es donde se encuentran los ríos Acequia, Sinigüis y Canaguá, cuyos caudales son de los preferidos en la zona para actividades acuáticas, sobre todo en época lluviosa, entre los meses de mayo y noviembre.
Trabajo en equipo
Hay que tener claro que este deporte es un trabajo en equipo que consiste, básicamente, en atravesar ríos y superar los obstáculos –o rápidos– que la naturaleza ha puesto en el camino.
Con las espectaculares vistas de la Sierra Nevada de Mérida y el llano barinés de fondo, comienza la acción. El primer vistazo a la zona se hace de manera individual y desde el aire. Con la altura y la velocidad que significa lanzarse en tirolina, se da una mirada al majestuoso Sinigüís, donde poco después se aprenderán los principios básicos de este deporte de aguas blancas.
El rafting se practica en grandes balsas, con capacidad de 4 a 8 personas, siempre acompañados de un guía. El líder arma el equipo y da las explicaciones iniciales antes de lanzarse a la aventura.
El siguiente paso es escoger la indumentaria. El casco y el chaleco deben ser de la medida correcta y quedar bien ajustados al cuerpo. Lo ideal es llevar ropa cómoda y que no sea muy pesada, la mayor parte del viaje estará mojada. Luego, cada quien toma su pala ¡y al río!
Dejarse rescatar
Ya en el agua, lo primero, y de suma importancia, es aprender a dejarse rescatar. Sí, dejarse rescatar. Si alguno de los integrantes del grupo cae del bote, inmediatamente debe evaluar la situación. ¿Tiene oportunidad de llegar a la balsa? ¿Tiene piedras o ramas que obstruyan su camino? De cualquier manera, su mejor opción es adoptar la posición de seguridad. Esto es: boca arriba, con la mirada hacia el frente y moviendo las piernas como si estuviese pedaleando una bicicleta. Y, por más difícil que parezca, hay que tratar de estar tranquilo, seguramente alguien llegará al rescate: hay otro grupo de personas monitoreando cada paso –o palazo– que se da. Por algo han acertado a calificar este tipo de prácticas como de riesgo controlado.
Cada vez que las balsas de los turistas aventureros saltan al agua, lo hacen junto a kayakistas simples y dobles que los acompañan durante todo el recorrido en caso de que se necesite ayuda.
¡Palas arriba!
Al momento de enfrentarse a las aguas bravas no puede haber lugar para dudar, ni siquiera para pensar qué es lo que uno cree sea mejor. Se trata de un trabajo en equipo en el que cada persona es importante y, aunque no se puede cargar toda la responsabilidad en el líder, hay que escucharlo. Es por ello que hay que seguir inequívocamente la voz del guía. Él es el experto y seguramente tendrá la mejor reacción.
Los monitores se comunican entre ellos a través de un silbato. Así coordinan los momentos en los que cada balsa procederá a lanzarse por el rápido.
“¡Adelante, adelante!” es la primera orden que se escucha y con la que se comienza a remar con la mayor sincronización que sea posible. Atrás, derecha, izquierda, adentro o alto son otras de las voces básicas que se utilizarán para poner en marcha la embarcación y evitar que se voltee o que alguien se caiga. Lo importante es no parar a menos que así lo indiquen y hasta que se haya superado el reto.
Cada etapa del río tiene su nivel de dificultad. Lo afortunado de las aguas barinesas es que no son tortuosas en toda su extensión. Son más bien estacionarias, un rápido siempre viene seguido de un pozo; y esto da tiempo para descansar y armarse de valentía para seguir con el siguiente. La licuadora, el rompecostillas o el Speedy González son los acertadísimos nombres que la cultura popular ha asignado a algunos de los rápidos.
La voz de mando más disfrutada será “¡palas arriba!”. Significa que el esfuerzo valió la pena, que el reto fue superado y que hay que celebrar antes de continuar con el siguiente.
Cómo llegar
*Avión: Conviasa viaja a Barinas desde Maiquetía todos los días, excepto los sábados, con un vuelo en la mañana y otro al final de la tarde. Avior lo hace de lunes a sábado a las 10:45 am y a las 5:00 pm; y los domingos a las 5:00 pm.
*Transporte público: Expresos Flamingo tiene salidas diarias a Barinas a las 6:30 pm y a las 11:00 pm. El tiempo aproximado de viaje es de 8 horas. Las unidades parten de Parque del Este (Caracas).
*Vehículo propio: desde Caracas se toma la Autopista Regional del Centro vía Valencia, pasa por San Carlos, Acarigua hasta Barinas. En el trayecto que va a San Cristóbal se pasan tres puentes grandes de hierro (sobre los ríos Pagüey, Canagua y Acequias). Cruzado el tercer puente, se gira a la derecha y se recorren 10 kilómetros de carretera de tierra hasta el campamento. En los meses de sequía, puede llegar hasta el campamento de Colibrí Tours en cualquier vehículo. En período de lluvias, se recomienda hacerlo en un rústico.
Dónde hospedarse
Colibrí Tours es una operadora con un campamento de 12 hectáreas en Barinas, a orillas del Sinigüís, con capacidad para 35 personas, aproximadamente. Son habitaciones de madera, con literas y baño privado, en las que se pueden hospedar hasta 6 personas. Ofrecen comida y atención de primera. Cuentan con equipos y personal preparado para la práctica de rafting, además de poseer un par de tirolinas privadas.
Para más información, visite www.colibri-tours.com o comuníquese al (0274) 252 4961.
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domingo, 11 de agosto de 2013
Barinas: tierra de aguas bravas
Fotografo aficionado, visionario y apasionado por todo lo que hago, espero que las fotos sean de su agrado.
Mi intencion es mostrar con imagenes, lo cotidiano de La Linda Barinas.
Resaltando siempre los valores y lo bueno de la gente.
En ocasiones mostrare,lo negativo para mejorar. Gracias.
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